LA COMEDIA (i LIONESA sin variante de ninguna especie, y al otro dia .. sucedía dos cuartos de lo mismo. En fin, á tal punto llegó la cosa, que sus operarías comprendieron la indirecta, j todas quedaron conformes en comprarle el pañolón que ella deseaba Pero no paró aquí la cosa. La maestra arrepentida de su petición enmascarada, ó variando, y esto es lo mas fácil, de deseo, se dejó decir un dia; — ¿Qué hora ye, ñeñes? — ¡Que sé yol — Nin yo tampoco. — ¿Non tien reió, maestra? ™|Non, fía» non! Yo habia comprar una sahonetina, pero no me sobren los cuartos, y pa cómprala de oro, non puedo — Pos cuesten bien barates. — Non tanto como á ti t' apaeis. — Por menos de veinte dnros tien tma de les mejores, — ¡Veinte duros! ¿Y enonde los tengo yo? — ¡Bah! ¿Pa eso búsquense en cualquiera parte. ¿A V. fegúrasey que venti dnros son un millón? — Ya se sabe que non; ¡pero pa una probé como yo!.. . Cesaba aquí la chachara y media hora después volvia á preguntar la muestra, como que no queria la cosa; — ¿Qué hora ye, rapaces? — ¡Qué sé yo, mialma! ~ ¿Serán les cinco? --Non; deben ser les cinco y menutos. — •¡Dimelo tú, Lnteria, que tienes saboneta! Luteria saca la muestra y dice que son las cinco menos cuarto. • ¡Ma! ¡Ye de plata, muyer! ¡Yo queria una saboneta de oro legítimo, y col mi nombre por detrás ¡Si yo tuviese una saboneta!... — Non s£ apure, maestra, non s' apure, que ya y la regalaremos nosotres el dia de su santu. Y en efecto, «echan el plato,» empiezan á recoger mornseSy y se oyen con tal motivo diálogos como este que copio: — Yo, bien mirao, non debia poner na; porque una vez echóme castiga á la portería en sin razón y sé yo que me tien unes rabies muy grandes y que non me puede ver. —Ye mentira. Eses son feguraciones tuyes. La maestra non quier mal á naide y total pa tres ríales pió jeteros que te toquen, non ye ná. — Non será ná pa tí. porque yes soltera y non tienes ños, que yo sepa? pero pa mí ye mucho. Además, á nosótres nunca mos dan maldita la cosa y siempre estamos desembolsando. Cuando non ye pa Pedro ye pa Xnan y cuando non ye paXuanyepa Pedro!... En resumen, que la saboneta de oro se com¬ pra, y no solo la saboneta sino un pañuelo de seda, unos candelabros de cristal y no sé que otras cosas mas. — Pero, nenes, ¿quién y dirá estes coses á Tarfe? — ¿Qué quién me las dice¿ — respondo yo. — Pues una niña que me quiere mucho y que sabe todo lo que pasa en. ia Fábrica. Con que ¡ojo! ¡Mucho ojo' 4 C Cl t veces le he hecho mas ó menos esó mejor ó peor olla podrida ¿No le han visto ustedes? ¿No han visto ustedes al oso? ¡Cuántas yo á ninas crufuloaas alimentadas de ó merluza al ajo del arriero! Pues ¿y los micos? Dicen que cada uno cuesta quince duros. ¡Ladrones! ¡Que pidan tal cantidad habiendo quien dá micos y mas micos de balde! ¡El oso! Hay gentes que se disfrazan con esteras y pellejas peludas por Carnaval, á fin d© ponerse al nivel de tan respetables mamíferos. Y se van de dos en dos bailando al son de un pandero, ora un tango, ora un bolero, por esas calles de Dios. De donde resulta que «la selección natural» no es un mito. ; ¿Que ha dé ser? Y que al cabo de los años mil, vuelven los ríos por donde solían ir. ¿Qué dirán de esto Adán y Eva? Los lectores, — ¡Mentirai Tarfe.— ¿So verdá, D. Alejandro? ¿No verdá