DIARIO POLITJOO 'rivADíCIONATJSTA. AÑO í. 8B SUSORtBP/¡-iBn Oviodo. A.lminístnioióh ii!?o ilo la susci'ioiún es ndolmitado. Jueves 28 do Octubre de 1886. PRECIOS DÉ SUSCIUOKKN. -En Oviedo, un trimestre 8'60 jiosetiis. — Kn provineia y demás punto» do Mspana, 1 jiesotas trimestre. — lín la Isla de Cuba, un año !í0 pesetas. — Kn Fiiiiiinas, un año -tO pesetas. NCM. 198. OVJKDO, 28 1)1'; Octuiuih . DI-! 1880. <Á LA LUZ DE LA LITURGIA Y DISCIPLINA ECLESIÁSTICAS.) IV Terminamos hoy la traslación á nuestras columnas, de la luminosa doctrina del Doctor Sarda, en lo que á nuestro asunto se refiere. Lo que en los artículos precedentes acabamos de exponer sobre la dignidad del cadáver del cristiano, y el singular respeto que por los títulos antedichos le merece á nuestra santa Religión, confírmase muy claramente por el rito ó ceremonial que esta misma ha dispuesto en su honor y que cada día presenciamos, sin tal vez haber fijado en ello ninguna- clase de advertencia. Al morir el fiel cristiano, bien sea un príncipe, bien sea un mendigo, empieza á considerarlo el ritual católico como cosa poco menos que sagrada, y ante la cual el menor desprecio ó vilipendio, equivale á una verdadera profanación. La Iglesia considera cosa suya aquellos restos inanimados, como suya fué el alma que hasta entonces los vivificó, y en este concepto los rodea de un cierto aparato de pompa religiosa que pudiera hasta parecer un culto, según la importancia litúrgica que se le da. Prescribe, en efecto, en obsequio al cadáver, dobles de campanas, canto de salmos, aspersión de agua bendita, uso del incienso y luces en derredor. Procesionalmente quiere que sea sacado de su domicilio y conducido al templo^ y después en igual forma al lugar de su sepultura. En el templo y durante los divinos Oficios, manda que se coloque el féretro en sitio de honor en medio de la multitud de los fieles, como si fuese todavía el difunto uno de ellos, y que en los cuatro ángulos del túmulo se enciendan velas, cuya luz es el símbolo más expresivo do la inmortalidad y de la vida futura. Sobre él tiende el paño mortuorio que lleva pintada en su centro la santa cruz, como para indicar que bajo el manto mater¬ nal de la Iglesia y al abrigo de sus bendiciones y oraciones va á descansar aquel cadáver aguardando su resurreción final: La cruz parroquial se coloca á la testera del túmulo, porque esta es la insignia ó pabellón del soldado cristiano, y á su sombra quiere la Iglesia permanezca hasta el último instante el que bajo tal bandera luchó durante toda su vida. Y todo otro aparato fúnebre que se ordene por los más renombrados artistas, es inferir á ese en sencilla y expresiva sublimidad: un ataúd sobre un féretro; unas velas encendidas á los ángulos de él; un paño mortuorio extendido sobre su tapa, y la Cruz estandarte de su Rey (Vexilla Eegis) amparándolo con sus abiertos brazos, líu mil lense los soberbios mausoleos, callen los estudiados epitafios, enmudezcan los elogios fúnebres y las apasionadas declamaciones; que nada de eso hablará con tan profunda elocuencia como ese sencillo atavío con que ha dispuesto la Iglesia la pompa del más humilde funeral del último de sus hijos. Y ¿qué si escuchamos las voces de esta tierna Madre al acompañar los restos inanimados de cada uno de ellos? Traducido anda á disposición de todo el que sepa leer, lo que reza y canta la Iglesia en el entierro y exequias de sus difuntos. Antífonas, salmos responsorios y oraciones, todo se combina y se junta para expresar tres sentimientos, á cual más poderosas y elevados: el de la nada del hombre acá en la tierra; el de su nobilísimo destino en la eternidad; el de rendida súplica ante el trono de Dios por sus pasados extravíos. Solo estas tres cuerdas tiene en esta ocasión la lira cristiana, pero ¡cuán tiernas! ¡cuán doloridas! ¡cuán exprexivas! Desde el repetido Subven/te con que recibe en sus brazos el cadáver, invocando sobre él los auxilios de los santos, hasta el último Requiescat in pace con que so despide de él al bájürle á la tierra después de aquella hermosa antífona en que le recuerda en nombre del Salvador la resurrección prometidaj, todo es grande en estas preces, todo es profundo, todo es digno del nobilísimo concepto en que tiene el porvenir de sus muertos nuestra santa Religión. La Iglesia ha querido que el sitio donde descansan los restos de sus hijos tuviese todo el honor de sus templos y santuarios y fuese como ellos lugar sagrado, santificado con análoga bendición, distinguido con análogos privilegios. Basta para eso considerar dos cosas. Primera, la forma litúrgica que emplea la Iglesia en la consagración de sus Cementerios. Segunda, las causas que el Derecho canónico señala para que se tengan estos como profanados. Cuanto á lo primero, empezaremos por hacer notar que la bendición de los Cementerios no es propia del simple sacerdote, aunque sea párroco, sinó que está reservada al Obispo, y sólo por delegación de este puede aquel verificarla. Exactamente como está prevenido para la* de los templos. Siendo además digno de observarse también, que no se verifica dicha bendición con una simple oración seguida de aspersión de agua bendita, sinó que entran en ella rezo de letanías, erección de cuatro cruces de [¡alo en los cuatro ángulos del fúnebre recinto, y de otra con tres luces en el centro de él, que es la que permanece después como recuerdo de la bendición, y multitud de preces y antífonas, que muestran todas el alto concepto que le merece á la Religión este sitio misterioso, y la respetabilidad de que procura rodearlo para que igual concepto les merezca á los fieles todos. Cuanto á lo segundo, recordaremos que los Cementerios se declaran profanados ó violados por iguales causas que las que producen esa interdicción canónica en las iglesias. De tal suerte, que así como quedan suspensos los divinos Oficios en el templo profanado hasta haberse verificado su rehabilitación, que en lenguaje canónico se llama reconciliación, así no puede darse sepultura á ningún católico en un Cementerio 'profanado por alguna de las causas señaladas, hasta haber sido canónicamente rehabilitado ó reconciliado. Siendo las ceremonias de dicha reconciliación análogas á las que se emplearon para su bendición, y reservadas también á la gerarquía episcopal ó á su especial delegado. Esta analogía ó cuasi-paridad que ha establecido la Iglesia entre el lugar donde se reúnen vivos sus hijos para dar culto á Dios, y esotro lugar donde los reúno muertos para aguardar la resurrección futura, enseña ya desde luego cuán disparatada es la idea que de este recinto so tienen formada muchos católicos mal instruidos, para quienes apenas si 'tiene otro carácter el Cementerio que el de un mero depósito municipal Nada más absurdo que este concepto. El Cementerio católico, constrúyalo quien lo construya, páguelo quien lo pague, es un lugar de mera jurisdicción eclesiástica como la parroquia ó el monasterio. En su administración material podrá intervenir más ó menos el elemento civil en razón de patronato ó por vía de Junta de Obra, como está concedido que intervenga en ciertas iglesias, pero de eso puramente administrativo y exterior á la verdadera potestad jurisdiccional media un abismo. El •Cementerio, es de la Iglesia como lo es el templo, más aun, como lo es el sagrario del templo Cróni c si e x t rauj era. Los periódicos franoeseá aplauden el acuerdo do la comisión do la Cámara, favorable á la exenciÓ!! del pago de contribuciones, durante los primeros años, de los terrenos donde se planten viñedos. En el seno de la comisión se ha demostrado que las vides americanas no dan en Francia el resultado que so esperaba. En la Cámara do diputados continuará el debate relativo al proyecto de ley de enseñanza primaria. Dicho proyecto será aprobado definitivamente, á pesar do la viva oposi¡ ción de las derechas, que lo combaten ¡ por su carácter anti-religioso. Según noticias de Colombia, Don Cárlos rntiiain está debidamente acroditado para seguir en Madrid las negociaciones relativas á la cuostión pendiente entro dicha república ó Italia, de cuya cuestión España es mediadora. Las fuerzas rusas acampadas cerca de Odessa, y dispuestas á ser embarcadas, pasan do 20.000 hombros.