L·A CRITZ DE LA VICTORIA súmente en la influència dc una causa diametralmcnte opuesta al liberalismo. El robo que el soborno y el cohecho perpetran al amparo de leyes y de sentencias contenidas en los códigos masónicos, según los cuales las quejas y los lamentos de las víctimas despojadas se ahogan con los halausIrcs do la toga y con la gritería sarcàstica de lili.-, protegidos; el asesinato en las plazas y en las calles, en las esquinas y en las encrucijadas, fraguado á la sombra de poderes ocultos y que recibe por castigo una credencial ó un sobresueldo en vez del grillete y del garrote, y tantos y tantos crímenes, públicos algunos, notorios otros, y los más concebidos y ejecutados á espaldas de la conciencia pública, si cabe conciencia en una sociedad embotada y perturbada por el liberalismo y la masonería, ¿de dónde arrancan? ¿cuál es su origen? En la ignorància de las leyes de Dios, y en la rebelión á sus preceptos; en la falta de temor dc Dios, porque Dios no existe en la conciencia de tanto malvado; en negar á Jesucristo su imperio sobre la inteligencia y la voluntad humanas sustituyéndolo por el del gran Arquitecto que tiene en una mano el triángulo, y en la otra un embudo. Por eso el liberal y el masón odian á muerte á Jesucristo que ilumina hasta en sus más secretos rincones la coincidencia humana y la vivifica y conforta para el bien. Así se comprende la guerra implacable, el rencor y la saña que á los discípulos de Jesús profesan los discípulos del (/ran Arquitecto, así denominado en las logias el Dios del Averno que hoy rige los destinos "de las naciones civilizadas liberalmente, ó sea á la moderna. Para muchos liberales Jesucristo nuestro Señor tiene más de hombro que de Dios, es decir, que en El resalta más la naturaleza humana emblema de|flaquezas y debilidades, que la divina con que vé los móviles más secretos y las evoluciones más íntimas. Para los liberales más avanzados el mismo Jesucristo va perdiendo en divinidad lo que ellos ganan en progreso, hasta que ya no quedan al Redentor del mundo en la apreciación de tales gentes otros títulos de respetabilidad que los de un Confucio ó de un Mahoma; y las doctrinas de Aquel y sus preceptos y sus consejos han perdido también su eficacia y esplendor ante "los derroteros de los grandes hombres y de los sabios* de la actualidad, aunque se llamen Pi ó redactores de La Luz de Avilés. A confesión de parte, relevación do comentarios. CARTA DE MADRID. Sr. Director de LA CRUZ DE LA VlCTOllIA. Madrid, 18 de Abril de 1886 Mi estimado amigo y correligionario: Escribo á V. bajo el peso de una penosísima impresión. El primer Obispo dc esta Diócesis, D. Narciso Martínez Izquierdo ha sido vilmente asesinado en la mañana dc hoy cuando pisaba los umbrales dc la Iglesia de San Isidro para celebrar los Divinos Oficios propios del dia. Un sacerdote, ignominia dc la respetable clase, y que como el cura Merino, vivia en la calle Mayor, ha sido el autor del crimen que ha llenado de consternación á la población católica dc Madrid. Con fingidas mucstrar de respeto se acercó el nuevo Judas á su Prelado y cuando este tendia su mano para bendecirle, aquel le disparó tres tiros de revolver, produciéndole tres heridas; una de ellas mortal por haberlo atravesado el hipocondrio derecho interesándole la médula espinal y saliendo la bala en su descenso por el muslo derecho. La mano sacrilega qne ha cometido el crimen, pertenece como dejo dicho á un sacerdote, deshonra de la clase, llamado Cayetano Galeote. La causa del crimen hay que buscarla en la propaganda de la prensa impía. Con triste oportunidad afirmaba Lu Unión que contra esta propaganda el gobierno se cruzaba de brazos y la Iglesia carecía de medios que pusie¬ ran coto al mal. Y aíiadía el periódico mestizo, arrimando el ascua á su sardina: Véase lo que puede esperar el país dc la subida al poder de los izquierdistas, que protejen y patrocinan al Clérigo de çsta Corte. Véase, digo yo, lo que producen las teorías del mal menor y dc la hipótesis, y véase lo que ocurre, no mandándo los izquierdistas, sinó gobernando los fusionistas con la benevolencia de Cánovas y por consiguiente de los mestizos. Se deja que la prensa vomite á diario blasfemias; se consiente que la misma presento al Obispo de Madrid como opresor del clero; se dice en algún periódico que la orden de dicho Prelado mandando renovar las licencias al clero heterogéneo de Madrid, no tenía otro objeto que el de imponer una contribución; se afirma que el Obispo disfruta dc pingües rentas, mientras hay sacerdotes que se mueren de hambre; y más aún, como si esto no bastare, dice el clérigo de El liesúmen que el Prelado, á quien se puede llamar mártir, reparte limosnas de cuantía en dias determinados, para que acudan los pobres y los que no lo sean, y al ver que tales limosnas no se dan porque no es posible, promuevan algun escándalo ó tumulto á las puertas del palacio episcopal. Y cuando todo esto se ha hecho, y después ocurre un crimen, se quedan tan frescos y dicen que deploran la desgracia del Prelado, sin perjuicio de seguir denigrando á la Iglesia y á sus ministros. Y el Gobierno se contenta con saber que el asesino material ha sido preso, dejando á los instigadores del crimen continuar su tarca de destrucción. Y los mestizos lloriquean, pero siguen apoyando las hipótesis que. empezaron degollando frailes en tumultos populares y llegan hasta asesinar Obispos en ^poca normal y tranquila, y cuando todo pasa de la mejor manera en el mejor mundo liberal posible. Y solo los católicos de verdad, los tradicionalistas, llegan hasta el origen del crimen y gritan ¡al lobo! aun cuando haya quien los apalée y dicen al país un dia y otro día que el sistema liberal desevangelizará á España y piden de rodillas á sus Patronos que den la señal de batida, porque de seguir así, mansamente y sin ruido, caerán otros Obispos bajo el plomo asesino, porque la masonería ha jurado el exterminio de la Iglesia, y ya que esto es imposible, el exterminio de sus ministros. Y por hoy hago punto aquí, porque mi espíritu no se halla tranquilo, m me es fácil coordinar mis ideas. Sólo diré para terminar la presente que á estas horas, cinco de la tarde, se considera imposible el que el ilustre Prelado de Madrid sobreviva á sus heridas. Bolsin. Sin operaciones ni «ambios. Suyo afmo El Corresponsal Crónica regional. Llamamos la atención de nuestros lectores sobre la cuestión de Andorra, cuya gravedad se esfuerzan en ocultar el Gobierno y sus indiscretos amigos. Una carta muy interesante que publica nuestro compañero El Diario de Lérida, demuestra palpablemente el delicadísimo estado dc la cuestión andorrana. Dice, entre otras cosas, la carta á que hemos hecho referencia: "Continúa nuestro estado excepcional y las alarmas se suceden casi sin interrupción. Una fuerza destacada de varias parroquias y sostenida por el Veguer francés, aun cuando por el día no aparéce en público, por la noche toma las avenidas de la villa, cundiendo la alarma y el susto consiguientes. Hace pocos días que por el Veguer francés se mandó circular una orden entre sus partidarios, para que se presentasen armados en esta villa todos los hombres hábiles hasta la edad de 60 años, con el objeto de caer sobro alguna de las parroquias que aún permanecen fieles á sus instituciones. A hora avanzada de la noche se dió contra órden, sin que sea posible averiguar á qué causas obedeció esta última. u ■ * * * Estos y otros hechos son bastante elocuentes para responder con ellos á las afirmaciones que se han hecho, do que en Andorra reina una paz octaviana, siendo también un criterio nada equívoco para poder apreciar las seguridades tantas veces dadas por el Gobierno francés. De real orden ha sido confirmada la providencia de este gobierno civil, que dejó sin efecto un acuerdo del ayuntamiento de Taramundi, que previno el derribo, modificación y cambio de alineación de la cerca de una finca de D.a Amparo Miranda. ia.r> ancho pórtico, y dc una grandiosa tribuna superior, á la que corresponden las entradas de las clases. Este espacioso patio cuadrado fue convertido para festejar la llegada del Santo Padre en un vasto salón, rodeado dc galerías y cubierto de brillantes adornos. Desde la cornisa superior, arrancaba un inmenso entoldado, y cubria el patio, de manera que resaltaban debajo del mismo los dobles arcos de los claustros, dándole cierta semejanza á los antiguos teatros. El pavimento apareció convertido en un verde y delicioso jardin, salido allí como por encanto,}' cuajado de las más hermosas llores, así del pais como exóticas. Por medio de varios senderos se salia á un gran círculo puesto en el centro. Cada compartición del jardin era un campo de verdor, simétricamente adornados con macotas de rosas, de tulipanes, — 256 — narcisos, anémonasjunquillos, ranúnculos, lirios, etc. y en los intersticios ostentábanse otras florccillas y yerbas aromaticás como tomillo, espliego, mejorana y otras. Divisábanse también dentro del circulo nuevos encantos de Alores de todos matices dispuestas con el más esquisito gusto; allí con la más artificiosa disposición de las flores entrelazadas veíanse formadas y dibujadas làs armas y blasones de la familia Mastai, al rededor de las insignias pontificias. Para ordenar y embellecer una obra tan magnífica, no quisieron los alumnos que nadie les dirigiese ni ayudase; ellos mismos la idearon, y la llevaron á cabo con tal perfección, 2ue es menester darles todo el mérito. Ion los pétalos de las flores imitaron las piedras preciosas, los colores, los esmaltes, y diéronles degradación do — 259 .= tedras, ennoblecian con sus escritos las letras y las ciencias. Elegidos para tan grande obra no sólo los jóvenes de bellas esperanzas, sino los mas aventajados, reuniéronse todos en el espacioso patio del Colegio romano, y allí, como en pública palestra de ingénio y de arte, y hallándose juntos, siendo todos testigos y jueces del mérito de cada uno, emprendieron con grande ardor su trabajo. Era un espectáculo digno de Roma ver á tantos jóvenes pintores, unos tirando líneas, otros arreglando los campos; otros dando las sombras; otros dilatando las masas de colores; estrechando los contornos; dando cuerpo á los huecos y á los realces, arreglando t\ claro oscuro, otros inventando las figuras, perfilando los extremos, arreglando los pliegues de los ropages, dándoles airo en sus posicio-