escasos disgustos, sacrificios quizá muy duros, esperanzas risueñas, anhelos vigoi-osos á las veces, fortificantes victorias y dulces satisfacciones para la conciencia. El público no ha podido ni debido enterarse de todo esto. Las gentes no ven en la obra del hombre político más que el amor propio, quizá el medro, los aplausos, el renombre, el poder. En algunos, contadisimos casos, la gloria! — la gloría que engrandece y deslumbra! Pero las heridas de la jornada, como los dolores de la concepción, la amargura de los empeños, el alcance del sacrificio, la gravedad del peligro. .. ah!' eso no se conoce ni se estima ni se remedia sino en lo íntimo del hogar doméstico' — hogar bendito, sagrado, adorable, sobre todo para aquellos que hemos reñido de veras en la plaza pública, manteniendo Incólume la vida privada, y que en una época de grandes tentaciones y de compromisos inverosímiles, marchamos con la frente alta, sin arrepentimientos ni condescendencias, fuera, eso sí,, del camino de los honores, pero atentos á ios grandes ideales^, y sirviendo casi siempre la causa de los desgraciados contra la injusticia glorificada, el monopolio irritado y las pasiones desencadenadas y revueltas. • Justo es, por tanto, que el nombre que mejor representa la serenidad y la pureza de mi hogar, vaya al frente de este libro, cuyo índice me recordará de un golpe los empeños más rudos y los trances más críticos de mi vida. Rafael M. de Labra i," Enero 1884. Madrid, Serrano 3! .