Señores Académicos: No he de hablar de mí en estos instantes, porque no debo empequeñecer la grandeza de este acto, y sólo he de aludir á vosotros para publicar mi profunda gratitud por la honra recibida, al abrírseme por vuestros doctos sufragios las puertas de esta Academia, porque cuando abruma gravísimo peso, difícilmente se acierta á hablar de otra cosa que de la enorme carga, y me siento agobiadísimo bajo la figura gigantesca de mi venerable antecesor con su fama universal labrada en largos años de incesantes esfuerzos del talento y de estudio. Además, mi biografía puede encerrarse en estas líneas: he trabajado en la prensa periódica desde que abrí el entendimiento á la luz de la razón, hasta hace poquísimos meses, por principios y doctrinas que son norte y salud á la vez de la Patria infortunada, y he defendido en obras, recibidas con más favor que justicia por los críticos y el público, lo que entiendo ser la verdad y el bien, como últimos términos de solución de graves problemas de carácter especulativo y práctico á un tiempo, que con más veras de la voluntad que seguridades del entendimiento he tratado de resolver, seguro de que, ya que se me nieguen los aciertos de la solución obtenida, no se me podrán negar nunca los nobles intentos de haberla buscado, libre el espíritu de lodo linaje de prejuicios. Y he de decirlo con sinceridad: si no para mis últimas producciones de orden científico, ajenas en gran parte por su índole